Una segunda (y mejor) vida para tus ingredientes navideños

Lo de tirar comida siempre me ha parecido uno de los mayores sacrilegios que se pueden cometer. Antes de las actuales fiebres recicladoras y las correspondientes presiones medioambientales, es decir, hace 30, 40, 50… y muchos más años atrás, los humanos nos hemos caracterizado por adoptar conductas terriblemente ahorradoras y, de esta forma, no tirar nada que se pudiera aprovechar de cualquier forma. Al menos en el ámbito más doméstico y privado. Y si algo se puede aprovechar es precisamente la comida… siempre que tratemos bien lo que en un momento dado nos haya sobrado.

Aquí un servidor, que ya tiene más mili hecha que la que le queda por realizar, fue educado en ese preciso escenario y a día de hoy, en mi casa, no se tira nada de nada. Todo se reaprovecha, se reutiliza o se emplea para hacer una comida a base de sobras de otros días. Y el día que, por error, accidente o por lo que sea algo de comida tiene que acabar en el cubo de la basura, se hace con cierto sentimiento de culpa y con no poco dolor de corazón.

La Navidad es ese periodo de tiempo en el que se suele hacer un especial acopio de alimentos. Se reciben invitados y solemos pensar que es mejor que sobre que no que falte (siempre hay que ser un buen anfitrión). Por esta razón se suelen adquirir productos en exceso haciendo buena la expresión del “por si acaso”. Y claro, es muy habitual que termine sobrando.

Consejos para aprovechar a tope el exceso de comida

  1. Sé previsor. Es una cuestión de Perogrullo, pero nunca está de más anticiparla. Más allá de que puedas hacer una compra racional, basada en tus verdaderas necesidades, debemos funcionar con la idea de que SIEMPRE va a haber sobras: de esto o aquello, pero siempre sobrará algo, así que lo primero de todo es rodearse de un menaje de cocina que nos permita guardar todo con las mejores garantías. Aquí es donde entra en juego el tema de tener una adecuada provisión de papel film, papel de aluminio, de acumuladores de frío y de fiambreras que nos permitirán almacenar todo en el frigo o el congelador debidamente empaquetado. Aquí tienes una guía inicial de cómo usar el congelador y lo congelado.
  2. Ten clara la naturaleza de las sobras. En estas cuestiones la seguridad alimentaria es un factor clave. Por tanto, has de conocer la diferencia entre aquellos alimentos que son especialmente perecederos y los que no lo son tanto. En este terreno también es importante tener en cuenta la técnica culinaria que puedes llegar a aplicar a dichas sobras. Quiero decir que no es lo mismo consumir sobras en frío que aplicarles alguna tecnología culinaria (típicamente con calor: fritura, asado, etcétera) que reducirá, si es el caso, la posible carga bacteriana de las sobras.
  3. Marisco vivo: Me refiero al que se consume vivo, sin la aplicación de ninguna técnica culinaria (ostras, almejas, etcétera). Aquí no hay nada que guardar. Consume lo que tengas cuanto antes. De no hacerlo, asumes un riesgo importante de sufrir alguna intoxicación alimentaria. En estos casos, el de productos altamente perecederos vamos a darle la vuelta a la máxima, y concluir que es mejor que falte que no que sobre.
  4. Marisco fresco: Me refiero a ese marisco fresco que hay que cocinar de una forma u otra: gambas, nécoras centollas, percebes, etcétera, cocínalo todo de una vez, no guardes nada fresco “para luego”. Aquí tampoco hay mucho que guardar, pero algo sí. Así, si al final sobra algo y hay que guardar (poco tiempo, en cualquier caso), se guarda en el frigo una vez cocinado y se consume, como máximo, al día siguiente. Para hacerlo, guarda las sobras cuanto antes tapadas con un paño húmedo. Además de poderlas consumir tal cual al día siguiente (pero no más) puedes aprovechar las sobras de estos productos para hacer cazuelitas de txangurro, croquetas de marisco, empanadillas, pimientos rellenos, etcétera. Esta clase de sobras también se prestan a nuevas recetas en frío como cócteles de marisco, salpicón, ensalada, etcétera. En general, y tanto en este caso, como en el anterior, se hace imprescindible el hacer una compra lo más ajustada posible a las previsiones. Y es que el precio de estos productos no es como para que acabe nada en el cubo de la basura. 
  5. Embutidos crudos o curados o ahumados (normalmente loncheables o untables): En el caso de los crudos (salmón ahumado, anchoas, jamón serrano, etcétera) al riesgo de seguridad alimentaria, se le suma el de la oxidación. Son productos normalmente grasos que “no se llevan bien” con estar expuestos “al aire”. De nuevo la previsión ha de ser la principal máxima y, si sobran, se han de guardar, cada uno por separado, bien empaquetados, en el frigorífico. Nunca, devolver al paquete de origen sobras que se sirvieron en la mesa con producto que nunca se sirvió. A la hora de consumir, empezar precisamente por aquel que una vez se sirvieron y seguir con el que nunca salió a la mesa. En cualquier caso, se recomienda no sobrepasar los 4 días en la nevera. Por cierto, a esta clase de productos no les suele sentar nada bien la congelación.
  6. Sopas y consomés: De este tipo de recetas es bastante habitual que haya siempre sobras. A la hora de servir, más allá de lo adecuado que quede en la mesa o no, lo ideal es servir en la cocina la ración de cada comensal y a continuación guardar lo que sobre, bien tapado, en una fiambrera ya sea en el frigorífico o en el congelador. En el frigorífico puede aguantar 2 o 3 días y en el congelador varios meses. Revisa este enlace para hacerte una idea. Aviso importante: si un comensal se deja en el plato algo de esa sopa o consomé, ese producto se ha desechar sí o sí. Para aprovechar lo que hayas guardado, además de consumirlas tal cual, las sopas y consomés nos pueden venir muy bien para enriquecer algún guiso de carne (si es consomé de esta naturaleza) o de pescado (si la sopa era de tal) o para darles más sustancia una crema de verduras, por ejemplo.
  7. Guisos, asados y similares: Esta clase de recetas se prestan de forma idónea para el reaprovechamiento y, con su chicha, preparar ensaladas, albóndigas, empanadillas, croquetas, etcétera. Puede que no sea lo más adecuado en una comida o cena formal, pero lo ideal sería retirar cuanto antes la fuente en la que se sirve el plato para que el alimento esté expuesto el menor tiempo posible a temperatura ambiente y los puntos de contaminación que somos los propios comensales (respirando, tosiendo junto al alimento e incluso toqueteándolo). Así, y una vez en la cocina, lo de siempre: empaqueta y guarda de forma conveniente las sobras. Si van para el frigorífico, ya sabes que tienes de dos a tres días para consumirlas, y si van al congelador, varios meses. Una advertencia: si sabes que el destino de esas sobras que vas a congelar va a ser unas croquetas, empanadillas, albóndigas, etcétera, limpia de huesos, espinas o piel al producto antes de congelarlo. 
  8. Recetas a la plancha: Ya lo siento, pero en la mayor parte de los casos este tipo de recetas solo tienen sentido consumidas de inmediato tras su preparación. Y no es una cuestión de seguridad alimentaria sino de cualidades sensoriales, que son óptimas en el marco de esa inmediatez, pero luego no. Así, si una vez en casa, ves que no va a hacer falta cocinar toda la materia prima, guárdala bien empaquetada en el frigo o congelador (ya sabes, 2-3 días en el primero o varios meses en el segundo siempre que tengas un congelador que alcance los -18ºC). Si lo que sobra es producto de esta clase ya cocinado, mi recomendación es que los guardes en el frigorífico y que su destino sea alguna de las recetas de aprovechamiento ya mencionadas.
  9. Turrones y similares: Se trata de productos bastante poco alterables desde el punto de vista microbiológico. Esto se explica porque tienen muy poca cantidad de agua en su composición, una cualidad que termina en un entorno muy poco conveniente para la proliferación de bacterias u hongos. No obstante, su principal y más importante deterioro se va a deber a la oxidación de sus grasas por lo que, una vez más, conviene retirarlos cuanto antes de la mesa y guardarlos, bien protegidos, en un lugar fresco y seco. Si tienes sitio, el frigorífico sigue siendo un lugar ideal (que además te permitirá, si te apetece, consumir un trocito de turrón en agosto).
  10. Sé generoso y responsable: A veces se nos pasa por alto, pero un muy buen destino de las sobras consiste en repartirlas entre todos aquellos que sabes a buen seguro que van a hacer un buen uso de ellas. Desde los propios invitados a otros familiares o incluso vecinos, son personas que nos pueden ayudar a no tener que tirar las sobras. Si este es el caso, la forma de proceder es muy similar: guarda y empaqueta de forma conveniente esas sobras, y advierte que han de guardarlas cuanto antes mejor en el frigo o congelador. A veces es recomendable añadir algunos acumuladores de frío (las placas congeladas que utilizamos en neveras portátiles) para garantizar unas mejores condiciones durante el transporte.  

Y ahora sí, es el momento, que tengáis una felicísima y segurísima Navidad, y no dejes de leernos durante 2023.

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