En la divulgación sobre menstruación y dieta abundan los contenidos de estilo Mr. Wonderful para, al final, reconocer (pero sin mencionarlo) que ese patrón de alimentación ideal es idéntico que aquel que se recomienda a cualquier otra persona, hombres incluidos.
En una sociedad cortoplacista, poco reflexiva y con poco gusto por la lectura como lo es la actual, abundan los titulares y contenidos en redes sociales que, supuestamente, dan respuesta a problemas habituales. Los creadores de estos contenidos saben bien que, a la hora de planificar estos contenidos, estos tendrán miles de “lectores” y de seguidores que buscan, de forma irracional, una especie de “piedra filosofal” a un problema milenario. Las recomendaciones dietéticas encaminadas a mejorar la variada sintomatología del ciclo menstrual constituyen un buen ejemplo.
Al final, en esta clase de publicaciones, se trata de generar una cierta expectativa y adornarla de una serie de descripciones anatomo-fisiológicas, que para nada vienen al caso, y que terminan en unas recomendaciones que, en absoluto, se diferencian de aquellas otras que se puedan destinar a una niña antes de alcanzar la menarquia, a una mujer que alcanzó la menopausia 30 años atrás o a un albañil caucásico de 32 años.
Las perogrulladas técnicas
Uno de los ingredientes indispensables a la hora de hablar de dieta y menstruación, consiste en hacer una descripción de las distintas fases del ciclo. Ya sabes: la fase menstrual (o de sangrado), fase folicular, fase ovulatoria y fase premenstrual. Al mismo tiempo, parece obligatorio hacer una descripción del baile de aquellas hormonas implicadas (estrógenos, gonadotropinas, progesterona, etcétera). Para el común de los mortales esta información supone un galimatías incomprensible. Pero el galimatías es imprescindible para “justificar” -habría que ver con qué acierto- la presencia de una serie de nutrientes imprescindibles (ya sabes: hierro, omega tres, calcio, magnesio, ácido fólico, etcétera). Y de los nutrientes, claro está, terminamos en los alimentos, supuestamente, adecuados -algunos los tachan de imprescindibles- para cada una de las fases.
Si todas estas justificaciones y recomendaciones finales tuvieran algún viso de credibilidad, y si pongamos por ejemplo, en una casa hubiera tres mujeres (digamos una madre en edad fértil y dos hijas ídem), no quiero ni pensar en cómo habría de ser su despensa y la organización de sus menús diarios… ¡Cada una con su dieta ideal (y distinta) para la fase concreta en la que se halle! Alucinante. Y, por cierto, el padre de esa casa, pongamos de 45 años, ¿sería conveniente que comiera de forma y manera que se recomienda comer a cualquiera de las tres mujeres con las que comparte hogar y en virtud de su ciclo?
Un poquito de sentido común, por favor
No será por casualidad que en ninguna de las cuatro fases mencionadas encuentres la bollería, el whisky-cola o las patatas fritas Tijuana como alimentos recomendados. Antes, al contrario, lo único que encontrarás son recomendaciones basadas en las más elementales guías dietéticas: una alta presencia de alimentos vegetales frescos, frutas, verduras y hortalizas, no demasiada carne, dando prioridad al pescado, los huevos y las legumbres, cereales integrales, frutos secos naturales y, los ultraprocesados, al margen, cuanto menos mejor.
Así que ya ves, todo el contenido de esa influencer de TikTok que sigues, todo el contenido del post de ese nutricionista que tanto te gusta… para terminar diciendo lo que se le diría a cualquier otra persona. Cualquier persona.
Una pista para identificar a los timadores de contenido dietético-menstrual
Si a pesar de todo lo dicho, aún tienes dudas de si estás ante un contenido “de relleno”, por muy cuqui que sea (sobre todo si es cuqui) tienes que saber que si recomienda una ingesta especial de alimentos ricos en hierro en la fase de sangrado porque este mineral es crucial en las funciones del tejido sanguíneo, y que en la fase menstrual hay mayores pérdidas y demás blablablás, entonces y si dudas, estás ante un bocamuelle más. Explicación: si bien al perder sangre se pierde hierro, este mineral pasa su última fase fisiológica en el tejido sanguíneo. Así, sabiendo que tenemos ciertos depósitos de hierro (que si hace falta irán a parar a la sangre) aquí, lo interesante, es tener esos depósitos suficientemente repletos para cuando haga falta. Sabiendo, de nuevo, que esos depósitos tardan en llenarse un tiempo considerable… da igual en qué fase del ciclo menstrual ingreses ese hierro, lo importante es que tu dieta sea lo suficientemente adecuada como para que incorpore esos alimentos ricos en hierro. Sea cuando sea, ya se esté en esta o aquella fase.
Los estudios científicos y la relación dieta y menstruación
No hay demasiada literatura científica que relacione la dieta con los síntomas de la menstruación (quizá tenga algo que ver lo que ya he comentado hasta aquí), pero algo hay. En cualquier caso, hemos de saber que la mayoría de los trabajos publicados son de carácter observacional, es decir, que “observan” cómo comen las mujeres en edad fértil y lo relaciona con su sintomatología menstrual. Una metodología que aporta una evidencia científica bastante limitada a la hora de sacar conclusiones incontrovertibles. Recordemos: la correlación (entre variables) no implica causalidad (es decir, que una de las variables sea causa de la otra o viceversa).
Uno de los últimos trabajos (“Relación entre dieta, dolor menstrual y otras características menstruales en estudiantes españolas”) concluye que, dentro del grupo en estudio (estudiantes universitarias de Huelva) un mayor dolor menstrual se asoció con comer menos de dos porciones de fruta al día. Además, entre aquellas mujeres que, tanto tenían una adherencia alta o moderada a la dieta mediterránea, como entre aquellas que tenían un menor consumo de alcohol, su fase menstrual era más corta. Respecto al consumo de alimentos típicos del sur de España, se identificó que las mujeres que consumían aceite de oliva tenían menos sangrado menstrual diario.
Quod erat demonstrandum.