La nutrición es una ciencia muy puñetera si no sabes qué tienes entre manos. Me refiero a que cualquier ciencia como tal supone avance, cambio o mejoras. Hoy sabemos más que ayer y menos que mañana. Ya ves, poniéndonos en plan cursi-total, el amor y la ciencia tienen algunos puntos en común bastante elocuentes.
Al mismo tiempo la nutrición o, mejor dicho, la alimentación, tiene un componente económico muy potente. Imagínate, cerca de 8.000 millones de almas (cifra en la que más o menos se concreta la población mundial) queriendo comer todos los días, varias veces al día, rico, bien, y repito, todos los santos días. Eso tiene que mover mucha pasta.
Además, y por si fueran poco importantes los motores hasta ahora mencionados, sabemos que lo que comemos y dejamos de comer, ya no solo sirve para aportarnos energía en el día y nutrientes necesarios para realizar las más variadas funciones metabólicas: también condiciona nuestro pronóstico de salud.
Así, con estos ingredientes, tenemos una especie de tormenta perfecta que favorece y promueve el nacimiento (y la supervivencia) de incontables mitos y tonterías sobre nutrición. Veamos, entre los profesionales desactualizados que viven de lo que aprendieron conceptos de hace 40 años (y a saber con qué criterio se escribieron aquellos conceptos), los intereses comerciales de una industria alimentaria poco escrupulosa (más en concreto la de buena parte de los productos ultraprocesados) y la posibilidad de usar la salud como punto de palanca, hace que los mensajes relacionados con la nutrición sean un poco la casa de Tócame Roque, liosos y asociados en no pocas ocasiones a la polémica (cuando no, a la trifulca directamente).
Razones de los mitos en la nutrición
De este modo se pueden concretar en cinco las razones por las que teniendo en cuenta la naturaleza de la ciencia, los intereses comerciales y el impacto que tiene lo que comemos (y no) sobre la salud… la nutrición es un terreno abonado por los mitos, leyendas y memeces varias:
- El conocimiento científico se renovaba a razón del 80% cada 50 años, eso es al menos lo que defendía Isaac Asimov a finales del S. XX. Tenemos un gran problema si los profesionales de una materia científica no quieren o no saben actualizarse de forma conveniente.
- La nutrición como ciencia, lo tiene francamente complicado para basar sus recomendaciones en pruebas sólidas, tal y como sí se puede hacer con otras ciencias. Dicho de otra forma, la mayor parte de las recomendaciones que se hacen están basadas en estudios observacionales antes que en ensayos clínicos de intervención.
- Cada vez más empresas buscan la elaboración de productos ultra procesados al menor coste (algo perfectamente razonable). El problema es que la calidad de estos productos suele ser mas que cuestionable, lo que hace que la mayor parte del gasto de estas empresas se localice en la publicidad y el marketing que, como puede fácilmente esperarse y aunque sea un contrasentido, utilizará la salud como punto de palanca.
- Esas empresas necesitaran de otras que les den visibilidad. Hablamos de medios de comunicación, redes sociales, etcétera que de forma acrítica con el mensaje se prestarán a anunciar casi cualquier cosa a cambio de la correspondiente compensación económica.
- El consumidor también tiene buena parte de culpa en la proliferación de mitos, mentiras y mensajes complacientes. Y es que, queramos o no, si hay algo que el ser humano desea por encima de cualquier cosa, es la existencia de milagros. De recetas, trucos y mensajes que le digan, no la verdad, sino más bien aquello que le gustaría que fuese verdad (y en el fondo sabe que no lo es). Pierda 15 kilos en dos semanas, para siempre y sin esfuerzo; beber cerveza es mejor que el paracetamol para aliviar el dolor de cabeza; o tomar esta o aquella proteína hará que te pongas tan fuerte como el vinagre.
Si te interesa este tema, hablé de todas estas cuestiones con más detalle en esta entrada y sus contenidos formaron parte de un curso de verano en la Universidad de Burgos.