El plato perfecto… ¿es posible?

Ya sabemos que lo que comemos (y no) es muy importante en relación a nuestro pronóstico de salud. Y ojo, vuelve por favor sobre esta primera frase del texto, porque el paréntesis quizá sea lo más importante. Me explico. Antes que preocuparse por hacer las cosas bien, es indispensable preocuparse por dejar de hacer las cosas mal. Os pondré un ejemplo (que por cierto no es mío sino del grandísimo Julio Basulto (@juliobasulto_dn): antes que preocuparte por las cosas que puedes hacer para hacer feliz a tu pareja (como dedicarle piropos, animarle, compartir actividades de ocio, reíros juntos, etcétera) es más importante dejar de hacer las cosas que erosionan (o que incluso pueden ser delito) la relación, como agredirle físicamente o de palabra, menospreciarle, etcétera. 

Así que sí, está guay eso de preocuparse por las cosas que son “buenas” para que las incluyas en tu alimentación, pero antes más es que eches un vistazo y dejes de incluir aquellas elecciones que son negativas. Dicho esto veamos las recomendaciones más elementales para construir un menú o un plato saludable

¿Qué ha de tener cualquier menú que se considere saludable?

A pesar de la presión que pueden ejercer las modas, aléjate de todo aquello que implique conceptos como “superalimentos” y cosas similares. Llevar a cabo una elección de ingredientes saludables es mucho más sencillo de lo que puede parecer en principio e incluso barato (aunque sobre esto último hay cierto debate).

Tenemos no pocas guías actualizadas que nos explican de forma muy gráfica cómo estructurar los menús de nuestras ingestas principales, típicamente las comidas y las cenas. Una de esas guías es la conocida como “Plato de la alimentación saludable” editado por la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard. En general, la mayor parte de las guías que usan el formato de un “plato” suelen ofrecer un mensaje bastante claro de qué es lo más importante. Y eso es, los alimentos de origen vegetal.

Es decir, ya sea en forma de verduras, hortalizas o frutas, estos ingredientes han de estar presentes en una cantidad significativa. Tanto como para llegar a representar cerca del 50% del volumen de lo que comemos.

Pero no son solo las guías en forma de plato. Otra de las guías más recientes, la editada por el Departamento de Salud del Gobierno Catalán “Pequeños cambios para comer mejor”, es una herramienta que ayuda a identificar aquellos pequeños cambios que podrían mejorar de forma importante la calidad de nuestra alimentación. Así, y estructurada en tras grandes bloques en relación a aquellos alimentos sobre los que hay que promocionar, mejorar o disminuir su consumo, el primer grupo que aparece como alimentos a aumentar su consumo, aparecen todos los alimentos de origen vegetal fresco.

Ni que decir tiene que hay muchos otros puntos en los que cabría incidir para hacer una alimentación saludable, pero el principal y primordial es este que alude a la cantidad y presencia de este tipo de alimentos en nuestra alimentación diaria. No obstante, se recomienda muy encarecida echarle un vistazo a esta guía al completo ya que contiene una serie de mensajes muy directos e inequívocos.

¿Y cómo se traslada este consejo al día a día? 

La verdad es que sobre el papel no parece muy complicado, consistiría en volver un poco a las rutinas que tenían establecidas nuestros padres, o quizá más bien nuestros abuelos, a la hora de comer y cenar. Una de esas rutinas solía ser la de incluir en todas estas ingestas una ración de alimentos vegetales, bien como ingrediente principal del primer plato, bien como guarnición del segundo (sin que además ambas estrategias sean excluyentes). Para ello también conviene cambiar un poco las perspectivas y en vez de plantear recetas de “pasta con verduras”, mejor pensar en recetas de “verduras con pasta”. Que parece que es lo mismo, pero no.

Al mismo tiempo, volver a la práctica tradicional de incluir la fruta como postre dentro de las comidas principales. Ambas medidas, la anterior y esta del postre, terminan en sí o sí en el consumo de 4 raciones al día de estos grupos de alimentos, muy cerca de esa recomendación general de alcanzar las 5 al día.

Y esto que cuento no es hablar por hablar o desde una perspectiva teórica. Sin duda alguna se puede alcanzar una distribución saludable de alimentos con otras estrategias, pero estas mencionadas son de fácil asimilación por buena parte de la población general y, ya como padre, junto con mi pareja, nos hemos esforzado desde el primer día en que nuestras hijas se eduquen en este escenario y por eso escribí en su día aquel post titulado “Tres cosas que estoy seguro mis hijas harán de mayores a la hora de comer”.

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