El colectivo invisible de las recomendaciones dietéticas: las personas mayores

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Si hay un grupo especialmente discriminado, ignorado y excluido de los habituales contenidos sobre alimentación en RRSS ese es el de las personas mayores. Sin embargo, posiblemente sea el grupo que más consejos y atenciones necesita. 

Al mencionar el concepto de discriminación, lo primero que nos viene a la cabeza suelen ser cuestiones relacionados con la etnia, el género, la orientación sexual, la religión o la clase social. Sin embargo, según la OMS, el edadismo (o la discriminación de las personas con motivo de su edad) quizá sea la mayor de las discriminaciones ejercidas en el panorama mundial, afirmando que el 50% de la población mundial ejerce edadismo contra las personas mayores.

Como bien sabes soy nutricionista y, por tanto, en los perfiles que sigo de mis redes sociales los contenidos que recibo están cuajados de vídeos, imágenes e infografías relacionados con la alimentación y la dietética. Abundan los post y las stories de consejos sobre alimentación en deportistas, para bebés y niños pequeños, para personas que quieren adelgazar y todas esas cosas. Sin embargo, los post sobre consejos de alimentación dirigidos a las personas mayores son tantos como cero. La cifra es elocuente.  

Son el grupo más necesitado

No voy a tratar de explicar o elucubrar sobre porqué la alimentación de las personas mayores acapara tan poca atención por parte de la sociedad en general, pero probablemente el vivir en una sociedad fascinada con la juventud, la estética y su perfección tenga mucho que ver. 

Pero más allá de esta falta de preocupación, el hecho incontestable es que el grado de individualización que precisan las personas mayores al respecto de su alimentación es mucho mayor que el que precisa la población general, los deportistas e incluso los bebés que tanta atención acaparan. Es fácil de explicar, el catálogo de complicaciones nutricionales a los que se enfrenta una persona de edad avanzada por el mero hecho de estar en esa situación es estadísticamente casi casi infinito. De arriba abajo teniendo en cuenta el tracto digestivo, las personas mayores se enfrentan a un mayor riesgo de:

  • Falta de piezas dentales y presencia de prótesis que no facilitan, ni mucho menos, su alimentación. Algo que en muchas ocasiones precisa de la modificación de la textura de su oferta alimentaria.
  • Disminución de papilas gustativas que pudieran explicar el uso de alimentos especialmente ricos en sal y o azúcar.
  • Disminución de la insalivación que dificulta la masticación y posterior deglución.
  • Pérdida de potencia masticatoria.
  • Problemas de disfagia bien sea líquidos o a sólidos, lo que nos devuelve a la necesidad de revisar las texturas llegado el caso.
  • Pérdida de fuerza en la deglución.
  • Falta de competencia del cardias (válvula que conecta el esófago con el estómago) que puede ocasionar reflujo gastroesofágico, dolor en la boca del estómago, sequedad bucal y eructos.
  • Enlentecimiento de la digestión en el estómago por disminución de las secreciones ácidas y/o por disminución de la musculatura de este órgano.
  • Disminución de las enzimas digestivas del intestino delgado y atrofia de las vellosidades intestinales que, en su caso, ocasionarían una caída de la absorción de nutrientes y en su conjunto podrían favorecer la aparición de deficiencias nutricionales secundarias (típicamente de vitaminas y minerales).
  • Modificaciones en la flora intestinal y en el tránsito del intestino grueso con el consiguiente riesgo de padecer estreñimiento.

A todo este penoso catálogo de posibilidades asociadas directamente al envejecimiento hay que sumar la posibilidad de la polifarmacia, es decir, del uso de un cierto número de fármacos que, en general, no suelen ser de ayuda para el cuadro digestivo señalado.

La clave es la individualización 

No todas las personas mayores sufren de todas las circunstancias reseñadas, pero sí que es muy habitual que cada persona reúna alguna de ellas. Por esta razón, sostengo, que precisamente el colectivo que menos atención recibe es el que más la merece. A fin de cuentas -entiéndase bien- todos los bebés son iguales, lo mismo que todos los adultos sanos y que todos los deportistas. Que sí, que ya sé que hay circunstancias particulares, condiciones médicas y demás que merecen atención, pero en ningún caso, ningún colectivo incluirá un inventario de posibles situaciones no deseadas como lo es el de las personas mayores. Así pues y de nuevo según la OMS, una de las claves para proveer atención nutricional a las personas mayores es la de valorar su particular e individual situación. Y maniobrar de la forma adecuada, adaptando las medidas a cada caso. Es más, el estado nutricional de una persona mayor es tan “frágil” y tan susceptible de cambios en espacios de tiempo relativamente cortos, que la mayor parte de las guías centradas en este colectivo, invita a hacer revisiones cada, máximo, seis meses.

Un resumen de cómo ha de ser la alimentación de una persona mayor

A pesar de lo dicho hasta aquí has de saber que las recomendaciones generales de alimentación para las personas mayores son idénticas que las dirigidas a la población general. Es decir, ricas en frutas, verduras y hortalizas, además de legumbres, frutos secos, cereales integrales, pescados, huevos, etcétera y, por supuesto, con una baja cantidad (o nada) de productos ultraprocesados, alcohol, snacks dulces y salados, etcétera. En resumen, lo mismo que lo expuesto en esta entrada. Ahora bien, siempre teniendo en cuenta la mencionada individualización. Es decir, las posibles enfermedades o circunstancias no deseadas ya mencionadas, para las que habrá que adaptar la oferta a sus circunstancias.

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